A las cinco de la tarde, eran las cinco en punto de la tarde, que me disculpe el más grande poeta que ha habido en este país pero, ¡Eran las cinco en todos los relojes! Las cinco, la hora de la merienda, la hora más trágica en Villa Monito porqué desde hace unos días la hora de la merienda en esta casa tiene más faena que la Maestranza lleva.
Por motivos que desconocemos y pese a que nunca le ha hecho ascos a la fruta, en cuanto Monito ve aparecer el bol con la papilla de la merienda entra en barrena, gritos de no, no, no, carreras, pataleos, llantos, lo que viene siendo un buen parraque o pataleta.
Esto dura varios minutos, entre dos y lo que parece que me queda de juventud, si alguien nos viera pelear pensaría que le estoy intentando hacer comer un plato de chinchetas remojadas en aceite de ricino. Y acaba en cuanto le metes la primera cucharada en la boca, después de la primera va la segunda, luego la tercera y luego el bol entero y de postre dos quesitos. Así, como haciendo que no ha pasado nada, a cara de perro, ella se casca toda su merienda viendo Baby tv y claro, a una se le queda el rostro como el emoticono ese del móvil que mira de ladito como sospechando.
Desconozco el motivo por el que a las cinco de la tarde, nuestro hogar se convierte en un escenario de tragedia, tal como viene el parraque se va. No lo hace con el desayuno, ni con la comida, ni con la merienda.
Los primeros días que pilló el parraque máximo coincidió que merendaba en casa de los yayos y sufriendo ella el mal de la yayitis, acabamos por interpretar que no se quería comer la merienda porqué sabe que después nos vamos a casa.
Pero ¿Y en casa? ¿Por qué lo hace en casa? Ni idea, si a alguien se le ocurre que me lo diga, mis nervios se lo agradecerán. Yo he decidido llamarlo «etapa» y no darle mayor importancia, total también está atravesando su etapa dibujante y va decorando a todas horas libretas, mesas, paredes, brazos de personas pacientes…
¿Algún papi más sufriendo parraques?