Educación se tiene o no se tiene, hay gente que tiene muy poca y en el metro se pierde toda. Así de claro. Escribo este post cabreada como una mona porqué hoy he tenido que ceder mi asiento, en el que iba sentada con mi bebé en su mochila, al cansado pandero de una señora de mediana edad. La cosa ha quedado clara desde el principio, como si hubiéramos quedado para un duelo al amanecer, era su trasero o el pie de Monito y ella le ha echado más pelotas.
Como este año no pensaba desfilar para Victoria’s Secret me he quedado de recuerdo unos cinco kilitos del embarazo, no os penséis, en el mundo fashion mi talla 38 puede considerarse una talla grande, en el mundo real soy una chica delgada por lo que yo y mi bebé íbamos felizmente en nuestro asiento sin molestar a nadie. Hasta que ha llegado la señora cansada y su cansado esposo y ha hecho la conocida maniobra de me siento y me deslizo para el lado, ven cariño que te hecho sitio. He optado por levantarme por no montar el pollo, yo, la nena, la bolsa de la piscina y la de la compra.
Cualquier embarazada o mamá con niños habrá sufrido en sus carnes el transporte público como si de una participante de los juegos del hambre se tratara, no voy a descubrir nada. Cuando estás embarazada tú te puedes ver como un botijo que es subirte al metro y la gente te ve esbeltísima. No esperes piedad en la zona de los asientos reservados la mayoría de gente piensa que están reservados para torneos de Candy Crush. Y casi prefiero que la gente vaya con el móvil haciéndose la sueca, peor son los que encima te van mirando la barriga o peor aún… ¡las tetas!
Cuando estaba embarazada de Monito coincidíamos esperando el metro en la parada con una muchacha veinteañera, a la que sólo le deseo, desde el cariño, un embarazo llenito de náuseas, que se colocaba estratégicamente en una puerta distinta a la mía para entrar corriendo y asegurarse si había algún asiento disponible. Jamás me cedió un asiento. Cierto es que, la muchacha a la que sólo le deseo un embarazo llenito de náuseas, hace un trayecto casi hasta el final de la línea, lo sé porqué me bajo todavía tres paradas después que ella.
Está el metro de Barcelona plagado de personajes que se dedican al placaje de la embarazada, esto es, gente que se percata de la presencia de una embarazada en el vagón y sibilinamente se va colocando entre su barriga y el asiento ocupado más cercano a fin de la muy gordota no se apodere del mismo en cuanto se quede libre ¡Qué hubiera usado condón, hombre!
Y tras un embarazo llega un parto y tras un parto un bebé en cochecito y aquí, la auténtica diversión. En Barcelona no todas las paradas de metro tienen ascensor, si tienes la suerte de que la parada más cercana a tu casa tiene ascensor, no te confíes, una cosa es tener y otra funcionar. Una vez intenté que me ayudara a bajar una empleada del metro porqué no funcionaba el ascensor, me dijo que imposible, que lo tienen prohibido por si hay un accidente, si te vas a escalabrar, te escalabras tu sola, no vaya a ser que parezca responsabilidad suya.
Si te encuentras con que el ascensor funciona igual te sonríe la vida y consigues meter el carro, lo más probable es que tengas delante una cola de personas flojas, pero flojas flojas, de las que se han echado una siesta en los asientos reservados y todavía no pueden con su vida. Porqué hay que ser flojo teniendo en cuenta que las escaleras son mecánicas y tú sólo tienes que dar el primer pasito que luego eso va solito.Siempre que voy en uno de los ascensores del metro me planteo porqué a la gente le hace tanta ilusión montarse en ellos, por lo general huelen a pipi y están plagados de mosquitos.
Pongamos que por fin llegas al vagón, si hay alguien más en el andén ten por seguro que va a subir por una puerta distinta a la tuya, tienes las mismas posibilidades de que te abran la puerta que de que la temperatura del vagón sea la adecuada para la época del año en que te encuentras.
Venga, ahora con decisión, toca meter el cochecito dentro, no te dé miedo partir un par de tobillos, si aún estás a tiempo compra un coche con unas buenas ruedas, lo más probable es que tengas que redistribuir el vagón a golpe de capota.
Ya casi estamos, ya vas en el metro y piensas que vas a tener un viaje tranquilito, pues a lo mejor, o a lo mejor no porqué a tu bebé le da por llorar y entonces tienes que soportar las miradas de todo el vagón, miradas de curiosidad, de ternura ante el llanto de un bebé, de hay que ver ya no puede leer uno tranquilo en los asientos reservados del metro… Señoras que dicen como que no con la cabeza, que nunca he sabido a qué dicen que no, pero bueno también lo hacen cuando ríe, cuando grita, cuando canta, cuando lo llevas en carro, en mochila, en brazos, cuando se quita un zapato… Gente que pregunta qué le pasa, ¿Qué le pasa a un bebé de meses? Pregúnteselo a ver si tiene el día dicharachero y se lo cuenta, pues seguramente estará flipando con el final de temporada de Juego de tronos, como todos.
Y por fin llegan mis personajes favoritos, esos tipos que se dedican a tocar la cara, la mano, el pie de tu bebé. ¿WTF? Sr desconocido, ¿Está usted tocando a mi bebé? ¿Acaso le toco yo a usted el trasero a ver si lo tiene colgandero? Y no es que sea yo muy puñetera y dude de la salud e higiene de mis conciudadanos, es que creo firmemente en el derecho de cada uno de estornudarse en una mano, rascar a su perro, sacarse un moquete en un semáforo, chuparse los dedos después de comer pipas, sacarse las pelusas del ombligo, rascarse una oreja.. habitantes de Barcelona, hagan ustedes todo eso, pero después no toquen a mi bebé o tendré que tocarles el pandero a ver si lo tienen colgandero.