El parto, mi experiencia. Parte I.

pregnant-393364_1920Me gustaría compartir con vosotros cómo fue el parto de Monito, antes de que olvide más cosas y acabe siendo un recuerdo totalmente idealizado.

Durante mi primer embarazo leí bastantes experiencias de partos en blogs y foros. Hay chicas que prefieren ni oír hablar de partos ajenos, prefieren esperar a que llegue su momento y evitar que les recuerden que seguramente les va a doler y mucho. Entiendo perfectamente esta postura pero yo prefería conocer cuantas más experiencias mejor y que nada de lo que pudiera salir mal me sorprendiera.

Porqué sí, partos perfectos, que no digo indoloros, hay poquitos, de esos de manual de las clases de preparación al parto en plan: empecé con contracciones, primero eran más irregulares, luego cada vez más regulares y dolorosas, de repente eran cada cinco minutos, mi pariente me llevó al hospital, un tacto, venga dilata un poco más, segundo tacto, cuello borrado, cinco centímetros de dilatación, epidural, a esperar un ratete, otro tacto, empujar, empujar, empujar (bueno aquí igual te haces caca también) y un sonrosado bebé al pecho de la mami para hacer piel con piel.

Pues igual partos así encuentras poquitos o es que el destino quiere que a todas las blogueras del mundo, para que no les abandone la musa, se les complique un poco la cosa: semana cuarenta y dos y este niño que no llega, dilataciones que van al mismo ritmo que la construcción de la Sagrada Familia, atasco en el canal del parto, niños que salen en posición superman, con un brazo por delante, epidurales que llegan tarde, o sólo a una pierna, etc.

En fin, embarazadas primerizas del mundo, que complicación arriba o complicación abajo, en seis horas o en cincuenta y dos, acabaréis con vuestro bebé en brazos, más felices que perdices y muchas, hasta con ganas de repetir.

Y no penséis que porqué hubiera leído sobre las visicitudes de decenas de parturientas no tenía yo en mi cabeza diseñado mi parto perfecto, que lo tenía, y lo repasaba cada día varias veces, el tema es que al final pues la naturaleza tira como la cabra, pal monte, y la cosa pues salió como salió o como tuvo que salir.

A mi, que me dediqué durante meses a preparar mi plan de parto y que llegué incluso a plantearme pedirle un documento nuevo a la comadrona para pasarlo a limpio, me pilló la semana cuarenta  y una todavía sin parir y empecé a pensar que tanto rollo y tanta clase, tanto Papi, mira que si me vengo arriba y acabo en parto natural ¿tú me apoyas a muerte? y pensé que al final acabaría en parto provocado.

Todo empezó un viernes, porqué por algún sitio hay que empezar, ya iba entradita la semana cuarenta cuando me citaron a monitores, por lo visto ahora ya no te los hacen a partir de la semana treinta y ocho, gracias Mariano, un saludo. De todas maneras antes de esa semana, nada destacable se hubiera visto en mi caso, en todo el embarazo tuve entre cero y ninguna de las famosas contracciones de Braxton Hicks o ni me enteré.

Estuve una media hora allí conectada, tan pichi,  escuchando el corazón de mi bebé. Al acabar la matrona me dijo que había tenido un par de contracciones, una bastante chula y yo sin enterarme de nada. Me pasaron con la ginecóloga que me hizo un tacto y me dijo: encantada de conocerte, estás estupenda, nos vemos el viernes que viene, tienes el cuello intacto. Le pregunté si me lo provocarían si no lo había tenido para el viernes siguiente y me dijo que dependía de cómo estuviera el bebé, si seguía así de bien podían esperar algunos días más y me fuí del hospital con las consabidas recomendaciones de camina mucho y si encuentras un poco de espíritu, ponle ojitos a tu marido a ver si te da un poco de… ¡Prostaglandinas!

Al día siguiente comencé a expulsar el tapón mucoso, así sin prisa, durante varios días, yo que pensé que sería como mi madre, que su parto más largo duró igual seis horas, que dice que en su época no existía eso del tapón y que cuando escucha hablar de partos que duran varios días mira con cara de ¿para qué tanto?

Y por fin empieza algo de acción, pero tampoco mucha, el lunes a las cuatro de la madrugada por fin tuve mis primeras contracciones, no muy dolorosas, pero claramente contracciones y rauda y veloz, me puse a calcular el tiempo entre ellas con una aplicación que me había descargado en el móvil. Cuando Papa Monito se levantó para ir trabajar, le expliqué que por fin parecía que me iba a poner de parto, pero que se fuera a trabajar tranquilo, o nervioso, pero que se fuera porqué las tenía con frecuencia «cachondeo» unas cada ocho minutos, cada siete, cada doce, cada diez…  Y así me encontró cuando volvió para comer, después de pasarme toda la mañana paseando por casa a ver si se animaba la cosa.

Sobre las cinco de la tarde fuimos a la Maternidad a que me echaran un ojo, comenzaba la semana cuarenta y uno y después de trece horas seguía con contracciones irregulares. Me monitorizaron y me dijeron encantada de conocerte, estás muy bien, nos vemos el viernes ¿Cómo, el viernes? ¡Qué manía está gente con verme el viernes! Una cosa es que las contracciones no fueran excesivamente dolorosas y otra que me pudiera pasar así cinco días. Me dijeron que había borrado cuello pero de dilatar nada de nada, además al tumbarme para los monitores me había bajado la frecuencia entre contracciones. Bueno, nos quedó claro que la cosa iba para largo.

Al llegar a casa, mis simpáticas contracciones medianamente soportables se convirtieron en contracciones del demonio, de esas que se ensañan con tus riñones, pero con la misma frecuencia «cachondeo». Me pasé caminando por casa y contando contracciones las siguientes veinticuatro horas, imposible pasar una contracción sentada y mucho menos estirada, así que dormir imposible. Una cada ocho minutos, cada seis, cada doce, cada diez, cada seis otra vez… Caminaba y caminaba y cuando me daba me iba a lo que denominé «el rincón de pensar», una esquina de la encimera de la cocina donde  apoyaba la frente y a esperar a que pasara.

Por fin a las ocho de la tarde del martes conseguí contracciones cada cinco minutos, o bastante parecido al menos a cada cinco minutos, yo seguía caminando por casa como si eso fuera el camino de Santiago, haciendo pausas en mi «rincón de pensar». A las once y media de la noche llegamos a la Maternidad, yo sólo repetía: que no me vuelvan a decir que venga el viernes, que no me vuelvan a decir lo del viernes y es que las muy malditas contracciones del demonio se me habían vuelto a parar en los diez malditos minutos que pasamos en el taxi.

Nos atendieron bastante rápido, era una noche tranquilita, me pusieron en monitores, ni rastro de mis malditas contracciones, me hace un tacto, rompo aguas allí mismo y pronuncia la frase más bonita que me han dicho en mi vida: estás de algo más de cuatro centímetros ¿Quieres la epidural?

Continuará…

13 comentarios en “El parto, mi experiencia. Parte I.

  1. Vaya contracciones más «divertidas». Si cuando te miraron estabas ya de 4 cm., apuesto que tuviste un parto como los de tu madre, «cortito» (seis horitas de ná, vamos). Para haber llegado a ese punto dilatando «a pelo», debes de tener alto el umbral del dolor. A ver que nos cuentas en la siguiente entrega.

    Por cierto, mi parto sí que duró poco: bajé al quirófano sobre las 6.30, me hiceron una eco, firmé papeles y a las 7.05 nació el pichón. Eso es rapidez. A mí los monitores también me marcaban alguna contracción pero yo no notaba nada de nada (serían flojitas).

    Abrazo!

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    • Pues sí que fue rápido, sí. Pronto sabrás el desenlace del mío.
      En cuanto a lo del umbral del dolor, no había más remedio, por muy dolorosas que fueran las contracciones, si no llegas a tenerlas regulares no hay manera de avanzar. Pero mi madre todavía alucina que estuviera tantas horas por casa contracción viene, contracción va.
      A ver si para este próximo parto, me ahorro un poco de preliminares y vamos directamente al grano. Un abrazo.

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  2. Ostras…te llegas a esperar al viernes y lo tienes en casa 😱 yo rompí en la semana 35 así que nada mas llegar al hospital me quedé, bueno en ese no, en el que me trasladaron por prematuridad, para mi fue menos de lo que esperaba porque en mi cabeza lo había pintado mal mal 😅 y eso que estuve 17 horas desde la primera contracción!

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  3. Pingback: El parto, mi experiencia. Parte II | La fiera de mi beba

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